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Fotos:Pancho Villamil
Ahora en Clarin ARQ.
Imponente y monumental. Comprometido, simbólico y transparente. El edificio del Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), en Santiago de Chile, responde a estas cualidades en tanto el proyecto respeta el contexto histórico poco feliz y lo reinterpreta, devolviéndole a la ciudad un espacio público de calidad.
En el coqueto barrio Lastarria, donde se concentran actividades culturales relacionadas con el arte, el GAM surge con un impacto urbano potente, ya que el edificio de dimensiones monumentales invade un barrio residencial con carácter un tanto afrancesado.
Los estudios de arquitectura que ganaron el primer premio del Concurso Internacional de Anteproyectos, Cristian Fernández Arquitectos y Lateral arquitectura & diseño (Christian Yutronic y Sebastián Baraona) buscaron reparar, en cierto sentido, lo que dejaron los años de plomo de la dictadura de Pinochet.
Antes de convertirse en una gran cubierta con volúmenes sueltos bajo ella, el ex Edificio Diego Portales fue construido durante el gobierno de Salvador Allende con la intención de representar al “hombre nuevo”. Pero posterior al golpe de estado se transformó en la sede del gobierno del régimen de Pinochet, y luego en el Ministerio de Defensa de cuatro gobiernos. Enrejado durante las últimas tres décadas, cerrado y custodiado, no era precisamente un lugar querido, reconocido ni que provocara ningún tipo de identificación entre los ciudadanos. Además, en 2006 sufrió un incendio que destruyó la gran sala para dos mil personas.
“A partir de la biografía un tanto bipolar del edificio original decidimos enfrentar el desafío y la oportunidad de trabajar con toda esa carga histórica. Pensamos que la manera de enfrentarlo no era desde el edificio mismo sino desde su entorno. Es decir, el pedazo de ciudad que lo circunda y con el cual no se relaciona desde hace muchos años”, señalan los autores. La estrategia de observación de la manzana, sus casas bajas, la proximidad con el Museo de Artes Visuales y las alternativas de espacios públicos dio sus frutos.
“El GAM simplemente se amoldó a un diseño urbano que refunda la relación del lugar con su contexto y se convierte exactamente en todo lo contrario de lo que es hoy. Retomamos las ideas y cualidades arquitectónicas del proyecto original y lo reinterpretamos libremente”, plantean los proyectistas.
En este sentido, hay tres ideas que sobrevuelan el concepto de transparencia que quisieron aplicar: la apertura hacia la ciudad, la creación de un nuevo espacio público y, en tercer lugar, la incorporación de agentes sociales y un programa comunitario como nuevo referente para la ciudad.
Con el fin de segmentar el gran trazo urbano original en tres edificios de menor escala que articulen un conjunto de nuevos espacios públicos, los estudios asociados quisieron proyectar la vida interior del edificio hacia el exterior. Y aquí surge una de las vedettes del GAM: el sistema de fachadas que muestran en forma gradual lo abierto y transparente y lo opaco y cerrado. La versatilidad del acero corten aplicado en planchas de 2 mm. lisas, plegadas o perforadas permitió explorar las posibilidades de un material noble que, a la vez, había sido utilizado en la cubierta metálica original. “Fue el nexo perfecto entre pasado, presente y futuro”, definen los autores. “Lo elegimos porque no queríamos soluciones pre pintadas o imitaciones. Llevarlo al límite usándolo como revestimiento de fachada, cielo y pavimento nos permitió alternarlo con el cristal de muros cortina y jugar con el tratamiento óxido que varía con el tiempo. Al principio era naranja, ahora está más oscuro”, puntualiza Christian Yutronic.
Perforado, el acero corten funciona como la piel del edificio que trata de cubrirlo todo. “Pero cuando un programa del interior merece ser visto desde afuera, éste se interrumpe dejando aparecer un volumen de cristal que devela un interior fascinante”, señala el arquitecto, en referencia a la Sala de Ensayo de Danza, la Biblioteca y algunos halles del edificio. Por otra parte, el pavimento del proyecto es uno solo, tanto en interiores como en las plazas exteriores donde se aplicaron franjas de acero corten en forma aleatoria.
Programa y organización
El programa está organizado horizontalmente en base a tres volúmenes que contienen las áreas del programa: Biblioteca, salas de ensayo, museos, salas de exposición y un teatro para 2 mil personas. Aunque estos tres edificios están separados, en los niveles inferiores se conectan entre sí, conformando un solo edificio entre los tres. “Los espacios de separación entre ellos se transforman en plazas cubiertas que son los principales espacios públicos entregados a la ciudad, y que invitan a los ciudadanos a ocupar un edificio que de cierta forma se funde con ella”, sugieren los arquitectos.
En tanto, los primeros volúmenes al Este corresponden a la remodelación del edificio existente que sobrevivió al incendio, mientras que el volumen al Oeste (la Gran Sala de Audiencias) es una obra nueva. En total, el edificio ocupa 44 mil m2. La construcción se realizó entre 2008 y 2009 y se inauguró en setiembre de 2010.
La organización vertical del programa está articulada a través de halles de triple altura que ayudan a la orientación, ya que desde estos amplios espacios se ven todas las funciones. Además, se relacionan directamente con cada una de las plazas, de manera que resultan una extensión de las mismas. La utilización del mismo pavimento resultó una solución estructural para evitar elementos verticales en este cerramiento, logrando un alto grado de transparencia.
Restauración
El proyecto original de Salvador Allende había convocado a numerosos artistas para que donaran obras. El equipo de proyectistas resolvió restaurarlas y reubicarlas en el nuevo edificio. Entre las 14 piezas, hay esculturas de Sergio Mallol, Sergio Castillo y Samuel Román. Y al Museo de Arte Popular Americano se accede por una puerta del escultor Juan Egenau, una pieza bellísima en madera, cobre y aluminio. También se recuperó el vitral de Juan Bernal Ponce, que se instaló en la cubierta de una de las plazas principales, y aporta un interesante juego de luces y colores.
Alta tecnología
Se instalaron sofisticados equipos acústicos y escenotécnicos que garantizan el funcionamiento correcto de las actividades. En cuanto a lo acústico, cada sala fue tratada en forma independiente. La Sala de Música, por ejemplo, presenta un diseño de planos inclinados y con quiebres que son capaces de generar una llegada correcta del sonido a todas las ubicaciones. “Y a la vez le entregan a la sala una expresión contemporánea y cálida”, dicen los proyectistas. Las butacas también juegan un papel en la acústica del lugar. No son de madera ni de cuero, sino que están confeccionadas de un material orgánico que permite un alto nivel de absorción del sonido. En otro caso, en la Sala de Danza, se optó por una expresión más sobria: un diseño de láminas plegadas de color oscuro.
Desde el punto de vista escenotécnico, las salas de danza y teatro cuentan con puentes de iluminación, varas para escenografía y puentes de luces con la última tecnología. El escenario, en tanto, tiene un sistema motorizado para permitir cambios de escenografía que se pueden preparar en los niveles inferiores y, luego, subir a escena mecánicamente.
La segunda etapa de la construcción, prevista para 2013, consiste en una sala de espectáculos en el ala este del edificio con dos escenarios y capacidad para 2 mil espectadores. También, una sala de exposiciones fotográficas.
Con vocación pública, con espíritu libre y con la memoria intacta, el GAM forma parte de una serie de edificios monumentales que intentan reparar un poco de historia. Contemporáneo al Museo de la Memoria, este centro cultural también se inscribe dentro de la gran cantidad de obra pública que se inició durante el gobierno de Bachelet.
Son edificios que dialogan con los barrios donde fueron levantados, se articulan con el pasado y el presente y, sobre todo, rinden homenajes explícitos.
“Chile tiene poco patrimonio histórico. Es un país joven que ha sido afectado por los terremotos. Este edificio tiene una corta historia, pero una altísima significación. No lo quisimos demoler, hacer desaparecer o disfrazar de otra cosa”, dice Cristian Fernández
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