En una una punta rocosa a metros del faro de José Ignacio, ciudad balnearia próxima a Punta del Este (40 kms), se encuentra una vivienda proyectada por Mathias Klotz, denominada como casa ¨La Roca¨. Dos cubos conectados entre si por una circulación vidriadada. Los cubos se apoyan en el lote mediante patas, reduciendo la superficie de contacto, sorteando la dificultad para cimentar en el suelo rocoso.
Según el punto de observación la circulación vidriada aparece y desaparece. De acuerdo al punto de vista, la vivienda puede ser dos cajas conectadas por un volumen de vidrio o dos cajas separadas. En el medio un patio.
Materializada en hormigón y lapacho, la casa se mimetiza con el entorno gris/verdoso de las rocas y la vegetación salvaje de la costa uruguaya.
Memoria.Diario Perfil
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Sobre un terreno de 800 m2, el terreno circundante posee una doble pendiente (longitudinal y transversal) que culmina en la proliferación de rocas, así como en la ruina de las fundaciones de una antigua edificación. Allí, la vegetación se expresa bajo la forma de un jardín natural de suculentas.
El hormigón y la madera en finos listones son los ropajes que visten a una construcción donde se luce una geometría estructural que destaca la materialidad. Todo es parte del proyecto que Mathias Klotz diseñó con la colaboración de Baltasar Sánchez, Carolina Pedroni y Miguel Rossi.
El pedido de los dueños fue claro: dar vida a un espacio para la vida social, y otro destinado a la intimidad. En una superficie construida de 300 m2 vuelve la premisa realidad. En efecto, de este lineamiento general surgen los dos volúmenes sucesivos, que a su vez dan vida a dos patios vacíos que las dos cajas de igual altura dejan entre ellas. El resultado es un conjunto cuya composición se despega del entorno circundante con sus líneas rectas (a diferencia de las de la naturaleza, curvas e irregulares) y con su prolija estructura de madera en listones sobre patas de hormigón.
De este modo, La Roca se conforma como una secuencia de espacios de plantas casi cuadradas, en cuya circulación se va desde los ambientes más públicos a los más privados. Todo esto cruzando terrazas, patios, espacios exteriores, intermedios e interiores. Al final de todo, se encuentra la habitación principal, con vistas panorámicas, en el segundo volumen.
Los techos de las dos cajas son, a su vez, la superficie de las terrazas, sobre las cuales se extienden jardines de suculentas que favorecen la estética y conforman el aporte original de la arquitecta Irene Joselevich, encargada del paisajismo del lugar. Este jardín superior cuenta con ventajas adicionales, entre ellas mejoran la calidad térmica dentro de la casa, y también integran la arquitectura con el paisaje preexistente. A esto se suma el jardín que se ubica por fuera del corredor central, y también las macetas de diversos tamaños, que completan el estudiado paisaje para esta vivienda peculiar.
Otro espacio exterior es el que se ubica por debajo de la estructura delantera. Bajo el suelo de hormigón, y sobre la arena, un estar a la sombra se ubica protegido del mar por la gran roca madre, ataviada con muebles de madera para disfrutar del aire libre.
Como una postal, a la distancia, el lapacho y el hormigón emergen desde la roca, como si fuera un mar aparte, frente a las olas.
Sobre un terreno de 800 m2, el terreno circundante posee una doble pendiente (longitudinal y transversal) que culmina en la proliferación de rocas, así como en la ruina de las fundaciones de una antigua edificación. Allí, la vegetación se expresa bajo la forma de un jardín natural de suculentas.
El hormigón y la madera en finos listones son los ropajes que visten a una construcción donde se luce una geometría estructural que destaca la materialidad. Todo es parte del proyecto que Mathias Klotz diseñó con la colaboración de Baltasar Sánchez, Carolina Pedroni y Miguel Rossi.
El pedido de los dueños fue claro: dar vida a un espacio para la vida social, y otro destinado a la intimidad. En una superficie construida de 300 m2 vuelve la premisa realidad. En efecto, de este lineamiento general surgen los dos volúmenes sucesivos, que a su vez dan vida a dos patios vacíos que las dos cajas de igual altura dejan entre ellas. El resultado es un conjunto cuya composición se despega del entorno circundante con sus líneas rectas (a diferencia de las de la naturaleza, curvas e irregulares) y con su prolija estructura de madera en listones sobre patas de hormigón.
De este modo, La Roca se conforma como una secuencia de espacios de plantas casi cuadradas, en cuya circulación se va desde los ambientes más públicos a los más privados. Todo esto cruzando terrazas, patios, espacios exteriores, intermedios e interiores. Al final de todo, se encuentra la habitación principal, con vistas panorámicas, en el segundo volumen.
Los techos de las dos cajas son, a su vez, la superficie de las terrazas, sobre las cuales se extienden jardines de suculentas que favorecen la estética y conforman el aporte original de la arquitecta Irene Joselevich, encargada del paisajismo del lugar. Este jardín superior cuenta con ventajas adicionales, entre ellas mejoran la calidad térmica dentro de la casa, y también integran la arquitectura con el paisaje preexistente. A esto se suma el jardín que se ubica por fuera del corredor central, y también las macetas de diversos tamaños, que completan el estudiado paisaje para esta vivienda peculiar.
Otro espacio exterior es el que se ubica por debajo de la estructura delantera. Bajo el suelo de hormigón, y sobre la arena, un estar a la sombra se ubica protegido del mar por la gran roca madre, ataviada con muebles de madera para disfrutar del aire libre.
Como una postal, a la distancia, el lapacho y el hormigón emergen desde la roca, como si fuera un mar aparte, frente a las olas.
Pagina M.Klotz
Fotos: M.Klotz y Diario Perfil
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