Se pidió, expresamente, hacer una casa para la venta, por lo tanto, de gusto masivo y cuya “fachada” fuese rápidamente absorbida por el público objetivo.
Assadi plantea la casa como un mirador natural hacia el valle de Chicureo, una zona periférica a la ciudad de Santiago con un creciente desarrollo inmobiliario de una calidad bastante mediocre, en el que el “condominio” de casas repetibles termina por apoderarse de extensas áreas verdes. Nuevos barrios con importaciones arquitectónicas de todo tipo, donde el “estilo” parece ser la consigna más valorada de la oferta.
El encargo lo hace una inmobiliaria para diseñar una casa repetible capaz de emplazarse en una ladera con una pendiente promedio de un 25%. La oferta debía mantenerse dentro de un rango aceptable por un usuario estándar, una familia incipiente que no requiriera una superficie mayor a los 140 m2.
La propuesta se opone al concepto inmobiliario de la “casa bonita” cuya imagen podría adornar una página web dando cuenta de un estilo de vida. Nuestra propuesta fue una casa sin fachada, una construcción que se desarrollara desde el nivel de la calle hacia abajo que rescatase aquella inicial condición de “mirador” natural sobre el valle que el sitio planteaba. La casa Guthrie, por lo tanto, no es sólo la respuesta a un problema de vivienda en un sitio de mediana pendiente, sino una reflexión crítica al sistema inmobiliario cuyo objetivo final es vender casas de “buen gusto” a “buen precio” hechas por “buenos arquitectos”. En otras palabras, vender moda.
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